Ya va a hacer un año que estamos inmersos en laberinto que es el COVID y, como es normal, tanta incertidumbre, tanto proceso de adaptación y tantas emociones desagradables durante tanto tiempo tienen sus consecuencias.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha bautizado a todas estas consecuencias negativas que vienen producidas por la época COVID como Fatiga Pandémica.
Recordemos que el estrés, algo muy presente en nuestra vida, aparece cuando estamos ante una situación que supera nuestros recursos de afrontamiento o que nosotros interpretamos que los supera. En situaciones normales la tensión física y emocional que produce el estrés nos ayuda a afrontar diferentes situaciones complicadas de manera adecuada, pero cuando las situaciones son de gran intensidad y de larga duración, como la que estamos viviendo, esa tensión perenne termina afectando nuestro bienestar físico y mental. Estamos ante un ejercicio continuo de adaptación a situaciones poco comunes, por lo que la sensación de lucha es constante.
Todo esto también nos lleva a la desmotivación, cada vez más presente, para seguir las recomendaciones de protección y prevención que se nos han ido recomendando e imponiendo, es decir, nuestra percepción del riesgo está disminuyendo, y también está aumentando la desconfianza a las autoridades que precisamente nos marcan todas estas pautas.
Por tanto, la fatiga pandémica es una respuesta natural ante una crisis de salud como esta y que ya afecta al 60% de la población europea.
¿Cómo podemos afrontarlo?
Hay diferentes pautas que podemos seguir para que las consecuencias negativas no sean tantas, no sean tan intensas o las podamos afrontar de manera más adecuada:
- Limitar la información que consumimos, es decir, no empacharnos con noticias relacionadas con el tema. Tenemos que ser críticos con los medios que elegimos para informarnos e intentar buscar también noticias que sean agradables o que traten otros temas.
- Mantener el contacto social aunque sea a distancia, es muy importante no perder los apoyos sociales que tenemos.
- Introducir el ejercicio físico en nuestra rutina diaria, como medio de distracción o entrenamiento y por nuestra salud física y mental.
- Seguir rutinas de alimentación, descanso y cuidado adecuados.
- No pensar mucho en el futuro, mejor centrarnos en momentos presentes o del futuro más inmediato. De esta manera evitaremos la sensación de tener que cambiar nuestros planes y de adaptarnos constantemente a los cambios que pueden aparecer y que no controlamos.
- Tener presente continuamente que todo lo que hacemos puede tener consecuencias negativas en otras personas. Al final esto es algo que todos compartimos y de lo que todos tenemos que responsabilizarnos.